Los animales tienen talento: “Estar en contacto con las aves reduce nuestros niveles de cortisol, la hormona del estrés”

Philippe J. Dubois, ingeniero ecológico, ornitólogo y divulgador científico, junto con la naturalista y ornitóloga Elise Rousseau, han escrito «Ornithérapie», un libro que cuestiona nuestra relación con la vida y nos invita a escuchar y observar a las aves. ¿Por qué? Para sentirnos mejor y protegerlas.

PJD
Usted y Elise Rousseau son coautoras de un libro titulado "Orniterapia: ¿Y si las aves nos ayudaran a sentirnos mejor?" ¿Hasta qué punto la naturaleza, y en particular las aves, pueden realmente tranquilizarnos?
Caminar por la naturaleza nos hace bien. Esta es una premisa incuestionable. Otra premisa incontestable: evolucionamos en un mundo que se ha vuelto ansioso. Nuestra atención se centra constantemente en lo que no va bien: en crisis políticas, guerras, crisis sanitarias, etc. Por lo tanto, tenemos esta ecoansiedad, este miedo al futuro para nosotros mismos, nuestros hijos, nuestro medio ambiente, nuestro planeta. Este es el contexto. Durante los últimos años, los anglosajones han estado realizando investigaciones que combinan ciencia, ecología, medicina y sociología. Y han observado —y este es el punto de partida de nuestro libro— que estar en contacto con la naturaleza, y más concretamente con las aves, reduce nuestros niveles de cortisol, la hormona del estrés. Una salida de veinte minutos los reduce significativamente. Los primeros minutos de contacto con las aves disiparán algunos de nuestros pensamientos irracionales, con un efecto duradero que perdura durante las ocho horas siguientes. Así pues, en este mundo de inmediatez, reconectarse con la naturaleza significa reconectarse con el largo plazo, con una forma de simplicidad y una forma de fraternidad con el medio ambiente.
¿Por qué centrarse en las aves? ¿Acaso la naturaleza en su conjunto no posee estas virtudes tranquilizadoras?
Sí, claro, pero la ventaja de las aves es que, por un lado, el número de especies es limitado, a diferencia de los insectos y las plantas, lo que facilita su acceso. Por otro lado, la mayoría de las aves son diurnas y, por lo tanto, visibles, además de que suelen ser coloridas. Finalmente, cantan y, por lo tanto, saben cómo hacerse oír.
Un breve aparte sobre las canciones: ¿qué nos dicen?
Es importante diferenciar entre el canto de las aves y los reclamos de las aves. Los cantos suelen ser emitidos por los machos para proclamar su territorio o atraer a una hembra. Los reclamos forman parte del lenguaje cotidiano. Son los reclamos de contacto de las aves migratorias para evitar perderse. Los gritos de los estorninos que llegan a sus dormideros y comunican a sus compañeros las zonas de alimentación cercanas. O incluso reclamos de socorro. Pero para nosotros, la especie humana, los coros de aves siguen siendo maravillas que provocan placer. Cuando el segundo placer se reduce a determinar quiénes alzan la voz detrás del coro: el chochín, el zorzal común o el ruiseñor.
Su libro es una invitación a adentrarnos en la intimidad de las especies. ¿Cómo representa este enfoque un "bien" para nosotros, los humanos?
Porque entrar en esta proximidad significa activar nuestros sentidos, que solemos descuidar. Se trata de pasar del oído a la escucha, de la vista a la mirada. Esta activación consciente nos pondrá en sintonía con el entorno. En un modo activo, ya no pasivo. Lo que buscamos al escuchar y mirar es reconocer a esta ave de plumaje amarillo y azul como el herrerillo común. Un reconocimiento que crea intimidad con el individuo, brindándonos bienestar y satisfacción. Nos interesará su comportamiento y desearemos protegerlo. Siempre decimos que solo protegemos bien lo que conocemos bien. La naturaleza, tal como se nos presenta en el metro, en una fotografía de hermosos paisajes, es un teatro sin actores. Para ser conscientes de la presencia de los actores, debemos aprender a conocerlos.
Y el objetivo principal de su libro es precisamente crear conciencia sobre la protección de un mundo amenazado...
Sí, según el informe de BirdLife International de 2022, la mitad de las 11.000 especies de aves del mundo están en declive, incluidas casi 1.500 en peligro de extinción. En Europa, el número de aves ha disminuido un 25 % en los últimos 40 años, cifra que llega al 60 % en las zonas agrícolas.

Élise Rousseau
Recordemos que compartimos el 80% de nuestro patrimonio genético con las aves. Por eso se les llama "centinelas" de nuestra propia conservación. Y la naturaleza nunca ha estado tan mal...
¿Cuales son las amenazas?
El principal depredador de aves en Europa es el gato. En realidad, es una acumulación de factores desfavorables lo que está provocando el declive de la vida: la destrucción de hábitats naturales, el calentamiento global y su aceleración, que impide la adaptación de las aves, la sobrepesca, la caza, y los pesticidas que exterminan a los insectos dañinos y privan a las aves de alimento. Recordemos que compartimos el 80 % de nuestro patrimonio genético con las aves. Por eso se les llama "centinelas" de nuestra propia conservación. Y la naturaleza nunca ha estado tan mal...
¿Ya no hay esperanza?
No creo en la desaparición de la especie humana, sino en un colapso dramático para la naturaleza —resiliente hasta cierto punto— con repercusiones para la especie humana. Jérôme Deshusses, autor suizo, nos recuerda que «la naturaleza no perdona ni olvida nada... Puede resistir mil golpes y, de repente, devolver no ojo por ojo, sino apocalipsis por película». Por lo tanto, debemos reconstruir lazos de fraternidad, humildad y respeto con la naturaleza. Construir lazos significa empezar, poco a poco, a darnos cuenta de que tenemos algo valioso, esencial, pero muy frágil y amenazado. Si logramos transmitir esta conciencia a los demás, podemos esperar marcar una pequeña diferencia.
La observación de aves está en auge Philippe J. Dubois afirma: «Sí, la observación de aves se está democratizando, popularizando y, sobre todo, experimentando un crecimiento excepcional». Esta actividad está especialmente extendida en los países angloparlantes. «Según un estudio realizado al otro lado del Atlántico, 73 millones de estadounidenses usan binoculares al menos una vez al año para observar aves. Y, aún en Estados Unidos, la observación de aves genera el tercer mayor ingreso entre los deportes al aire libre, gracias, en particular, a la venta de binoculares y cámaras».“Orniterapia”, de Philippe J. Dubois y Elise Rousseau, publicado por Albin Michel, 17,90 €, libro electrónico 11,99 €.
SudOuest